Según Rabadan y Gimenez (2014) como se citó en Garrido (2007) El Síndrome del Emperador supone la violencia de hijos a padres debido a una ausencia de conciencia y un comportamiento dirigido al abuso, extorsión, manipulación, control y explotación del otro. El hijo intenta subordinar a sus padres a través de órdenes y ante las amenazas (físicas, emocionales, etc.) que éste les impone. Esa ausencia de conciencia, es lo que les hace más temibles al no tener esa capacidad de relación emocional con los demás y por tanto nadie ni nada que le haga pensar en la maldad de sus acciones. Este síndrome presenta además una serie de variables en función del nivel de ausencia de conciencia,
incapacidad de empatía y amor ajeno, como escaso juicio moral, aunque la más común es la del “hijo psicópata integrado dentro de la familia”. Con respecto a las demás encontramos: el niño violento y explotador, el irresponsable y vago, el delincuente y drogadicto, el niño o adolescente temerario, impulsivo o buscador de riesgos, el encantador-seductor y el mentiroso y manipulador.
Sobre esta última característica Nazare (2006) como se citó en Rabadan y Gimenez (2014, diferencia varios tipos de personas manipuladores con fines y personalidades dispares: (1) el manipulador simpático, el más común y que oculta una doble cara; (2) el manipulador seductor, que con su atractivo aprovecha para acercarse y abusar de sus presas; (3) el manipulador altruista, que con su falsa bondad espera la recompensa encubierta a todo lo que ofrece, da y presta; (4) el manipulador culto, que haciéndose pasar por inteligente deja en mal lugar a la gente de su alrededor ante su aparente sabiduría; (5) el manipulador tímido, que haciéndose eco de una persona cercana, juzga, critica y expande sus sospechas sobre los demás; y (6) el manipulador dictador, que junto al seductor, son los más notables en el síndrome del emperador por ser la violencia su principal arma de expresión.
Según Garrido (2007) como se citó en Rabadan y Gimenez (2014, otras características propias del ámbito psicológico-personal de estas personas son: el temperamento, la inexistencia de miedo o repulsión hacia el castigo y la ausencia de empatía y culpa que les hace sentir libres en sus acciones sin ningún tipo de remordimiento intrínseco posterior. Además se caracterizan también por mostrar
distorsiones perceptivas que les hacen interpretar erróneamente las situaciones y tomar decisiones coherentes, dejándose llevar por su impulsividad y escaso autocontrol. De ahí que sea necesario educar a estos niños desde pequeños en la existencia del fracaso, la frustración, y en herramientas para superar estas sensaciones y auto controlarse ante situaciones difíciles, a través de pautas educativas claras, firmes y consensuadas. Lillo (2004) como se citó en Rabadan y Gimenez (2014), habla sobre el transcurso de la adolescencia, y establece tres etapas. En primer lugar se encuentra la
“etapa de la renuncia, esto es, el paso y duelo por el mundo de la infancia queda en recuerdo pasado.
La segunda etapa es la referida a la renovación y resolución de la problemática personal, psicológica y social de la infancia; y por último, se sucede una etapa llena de expectativas, ilusiones, sueños, deseos e intereses hasta ahora desconocidos” (p, 400) es por esto que este periodo se caracteriza por una época de crisis ya que son muchos los cambios a los que el adolescente debe enfrentarse, añadiendo además las exigencias de la sociedad de que se comporten de forma madura, coherente y
decisiva como los adultos. Al mismo tiempo, se van perfilando positiva o negativamente las relaciones con los padres.
La explicación de esta tiranía maltratadora en adolescentes, tiene su origen más aceptado en el modelo ecológico, según Ruiz (2009) como se citó en Rabadan y Gimenez (2014) está constituido principalmente por cuatro factores: “1) individuales como son el afecto, la emoción, la autoestima e imagen personal, las características genéticas o independencia emocional; 2) relacionales, derivados en problemas de socialización, conflictos, relaciones de poder, consumo de alcohol y drogas; 3) comunitarios, de acuerdo a las condiciones de vida y trabajo, estatus social, justicia, acceso a la salud, vivienda y educación; y 4) sociales: modelo económico-social imperante, violencia estructural, identidad cultural, desigualdades sociales” (p, 402)
Referencias
Rabadan, J, A & Gimenez, A, M. (2014). Validación de un registro observacional para la detección del síndrome del emperador en el aula. Recuperado de: https://blu174.mail.live.com/mail/ViewOfficePreview.aspx?messageid=mgSSdZp-X85RGVrYDBbmubUA2&folderid=flsent&attindex=2&cp=-1&attdepth=2&n=77464486
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